viernes, 24 de octubre de 2008

109.


El suave viento se agolpaba sobre el cristal frío de la habitación. El tiempo permitía que se colase por alguna rendija creada por él, una ínfima parte de la mezcla que ha entrado a mis bronquios desde que nací y hasta hoy, día en que me he acordado de esto.  El sol reflejado en la pared divisoria entre el respeto y la liberación daba muestras inequívocas de que eran las seis con treinta y seis, y la luna pálida y distante recordaba que, del año, era el tiempo en que era la más hermosa.  
Primer año del tercer milenio después de Él. Once días antes del mes con el mismo número, y la mezcla del frío viento con la tibieza del sol creaban por primera vez la atmósfera adecuada para no volver a ser el mismo nunca jamás.  El tiempo y la vida se dividirían irremediablemente después de ese instante, y la herida abierta, nunca más habría de sanar.  
El recuerdo de los ojos, la mirada cautiva, el balance profundo entre las formas y las siluetas; el dulce calor de la llaga mojada y la profundidad del pensamiento y de la razón, aunados al corazón, hacen que aún, después de tanto tiempo, recuerde una y otra vez el brillo del pelo al ser tocado por el sol; el iris inquieto almacenando hasta el mínimo detalle de aquella nueva sensación; la piel tan suave y frágil como toda la vida ha sido y el bello fulgor de las almas unidas por lo más oscuro del ser. 
Ése fue el inicio. Y ése fue el final.  Nunca más conocí la libertad, ahí empezó mi cadena eterna.

1 Opiniones:

fiordalen dijo...

raro eres mas que el fresko y chancamito juntos, o ambos se adueñaron de tu blog, por separado son bunos, pero juntos ...