miércoles, 6 de noviembre de 2013

Campeón de Copa



No estaba preparado para la vorágine de emociones a desatarse en poco más de dos horas del 5 de noviembre de 2013. No estaba consciente ni avisado de que sería testigo presencial de uno de los partidos más extraños que haya visto en toda mi vida. Sin exagerar, pasé de la euforia a la tristeza unas 5 veces en ese lapso de tiempo. Fue un partido no apto para cardiacos.
 
En verdad, fue un partido no apto para cardiacos.
 
Todo comenzó muy bien. Estaba confiado, expectante pero con la seguridad de que Morelia era un equipo superior al rival.  MUY superior, quizá. Y al minuto 7 confirmaba mis sentimientos: Morelia sería Campeón. Gol, gran recorte de Montero que besó la red sur del Morelos y que vaticinaba una victoria cómoda, tranquila, avasallante. Nada más lejos de la realidad. Al 12', un golazo de Andrade ponía las cosas 2-0 y con eso el olor a goleada se hacía presente en el Coloso del Quinceo, al menos en la mayoría de los que tuvimos la fortuna de asistir a este singular partido. En verdad pensé en un 5-0 o algo por el estilo, no había una sola señal del futuro tormentoso (figurado y literal) que nos esperaría minutos después. Algarabía. Júbilo. Vítores mil para los purépechas y una falsa sensación de tener todo controlado con menos de un cuarto de partido jugado. Los "oles" y la "ola" se hicieron presentes unos minutos después del segundo gol, incluso el tercero estuvo muy cerca de llegar a través de un tiro libre pero el arquero rival tuvo una gran intervención que ahogó el cantado grito de Gol.
 
Y llegó el 38'.
 
Una jugada complicada, confusión en el área, tiro raso a la puerta y una mano se cruza. Expulsión para Carlos Morales y penal a favor de los atlistas. Gol y 2-1. "Había partido", como comúnmente se dice y el nervio estaba a flor de piel. No solo por el hecho de que el rival hubiera acortado distancias, más bien la incertidumbre de adivinar el parado del equipo con 10 hombres y más de medio tiempo de distancia. Parecía cuestión de tiempo el emparejamiento rojinegro, y ahí solamente se imploraba el fin del primer lapso. Minutos antes, había comentado sobre "lo engañoso que es el 2-0, es el marcador más falso que existe". ChessBor dix it.
 
Y vaya que fue engañoso.
 
Con el 2-1 y un manojo de nervios, el primer cambio de Morelia. "Saldrá Andrade", dije. Así fue. No sacrificarías a Montero o a Mancilla, y la media tampoco debería ser tocada. "Mal plan", mascullé. y es que en un futbol harto timorato como el que vemos actualmente, se debe festejar y aplaudir que los equipos presenten 4-3-3 en lugar del quemado 4-4-2 o incluso el 4-5-1. La irresponsabilidad de Morales le partía el plan al equipo, ya veríamos después si podía compensarse de alguna forma el jugador faltante del cuadro michoacano.
 
Y se compensó.
 
Bravo o la imprudencia de un jugador veterano. Si Morales había hecho gala de una actitud novata e inmadura, poco prudente, "Omarcito" Bravo se hizo expulsar de una forma por demás grosera para con su afición, para con sus compañeros e incluso para su larga trayectoria futbolística. Pique de 50 metros para cometer una falta artera que le mereció su segunda amarilla del partido (previamente había sido pintado preventivo, gracias a reclamaciones al árbitro), y cierto sentimiento de calma regresaba a los aficionados monarcas. A mí y a otros 30,000, pues.
 
Error.
 
Segundo tiempo. En el entretiempo una tormenta se desata en las faldas de Quinceo, presagio cabalístico del drama y desazón que se vivirían en momentos posteriores, y al comenzar el complemento los visitantes se lanzan con dos cambios y todo el corazón hacia el frente.
Debo mencionar que la cantidad de emociones vividas en los primero 45 minutos valieron para mí lo que se vive en los 90 completos. Largo, larguísimo primer tiempo, emocionante el partido pero demasiado cargado emocionalmente.
Comenzó, pues, el segundo tiempo. Atlas con todo al frente, la lluvia amainó pero no desapareció y el nervio de sentirse vulnerables estaba a todo lo que da.
 
Y es que Morelia es de esos equipos que acostumbran a uno a ganar las cosas de la forma más complicada, de la forma más difícil.
 
Vino el 2-2 y con él el silencio sepulcral en el Morelos. Silencio cortado por los atlistas, que rugían desde la cabecera en la que se encontraban confinados. Creo que en este momento fue cuando consideré la posibilidad de ver caer el feudo michoacano, creo que fue aquí cuando la fe se esfumó y empezaba a pensar como probable la oportunidad de ver mancillado al Morelia en propia casa. Morelia intentaba y no podía, se desdibujaba y la confianza se iba, hasta el momento en que un pase genial de Jefferson hacia Mancilla colocaba el 3-2 en el cartón. Tres a dos. Euforia, gritos, alegría. "Ahora sí ya se hizo", escuché. Cuando la noche estaba más oscura para Morelia, un chispazo de creatividad adelantaba de nuevo al "equipo de la Fuerza".
 
Minutos después, más pronto que tarde, un golazo de los rivales y emparejan de nuevo el marcador. 3-3. Juego nuevo y el Morelos de nuevo con un aire húmedo, gélido, aire de drama. Aire de muerte. De ahí en adelante todo fue una sola especulación: no hubo un claro dominio de ninguno de los dos equipos pero quizás Atlas tuvo las más claras. Al final, cuando ya el reloj señalaba la hora y media jugada de rigor, Morelia se animó y armó una, quizá dos jugadas de real peligro. La gente se prendió de nuevo y una vez más se sentía el espíritu del Campeonato, las ansias de campeonar.
 
Silbatazo final. Un empate y tiros penales.
 
"No confío en Vilar", me confesó un conocido. "Trae la confianza", pensé. Penal de Vuoso atajado y el panorama empezaba a clarificar. Luego, Mancilla. Gol. 0-1 en penales y el optimismo inundaba grada a grada el majestuoso estadio Morelos. "Olé, olé olé olé... Vilar... Vilar...". El segundo del atlas lo mete y también... ¿Vilar?... Ok. 1-2 en penales y venía el tercero del atlas.
 
Lo falló.
 
Ahí fue cuando, después de unos 50, 60 minutos de infarto, sabía que Morelia sería Campeón. Vilar había adivinado el disparo y lo había parado, Morelia metió el tercero y era cuestión de muerte súbita para los eternos aspirantes al título. Viene el cuarto de Atlas, y...
 
La gloria. La atajada. Vilar o el héroe personificado en el guardián de la meta michoacana.
 
He vivido uno de los partidos más emocionantes de mi vida. He vivido, también, la primera coronación del equipo de mis amores en casa, y he vivido, además, la fortuna de vibrar minuto a minuto con una de las grandes pasiones que tengo: el futbol.
 
Bendito futbol. Hoy, Morelia es Campeón.