miércoles, 26 de enero de 2011

Parousía

Cansados de tanto subir, mis pasos se van haciendo cortamente más lentos. Como si en algún momento quisieran tratar de respirar todo el aire posible, para así tratar de llevarse el mayor de los recuerdos del recorrido que he hecho hace ya algunos años.
Así, mis manos tratan también de recordar las texturas, las formas, las pulsaciones de las cosas que me han acompañado en un ya largo peregrinar, y ahora más que nunca quisieran ellas obtener unos pocos segundos más para lograr establecer un vínculo mucho más sólido que no les permita olvidar.
Porque el ser humano es ingrato y olvidadizo por naturaleza. Porque generalmente el hecho de recordar tendrá algún dato cifrado o viciado, que a la postre redundará en un pedacito más de olvido, ese verdugo eterno que casi nadie ha logrado franquear con el irremediable paso del tiempo, tan icansable y tan inmemorable, tan profundo y tan efímero, tan paradójicamente exacto y por tanto tan impreciso en poder determinarse...
La mente durará. Algún hecho aislado tendrá por fuerza el catalizador necesario para sacar del cruel destierro sináptico algún par de ideas o algún elemento que nos llene de vida al menos por unos cuantos segundos, aunque estos mismos sepan que el recuerdo será la inefable necesidad de volver al olvido para así cumplir un ciclo eterno, donde al final podremos entender nuestro verdadero significado, el camino real de todas las cosas.

Por hoy estoy cansado. Las ganas que me han ido abandonando últimamente no han quebrado la regla, el tiempo sigue y seguirá, aunque a su paso llegará la hora marcada.

Ya vi morir a muchos, ahora el piso reclama sangre nueva.