
El suave viento se agolpaba sobre el cristal frío de la habitación. El tiempo permitía que se colase por alguna rendija creada por él, una ínfima parte de la mezcla que ha entrado a mis bronquios desde que nací y hasta hoy, día en que me he acordado de esto. El sol reflejado en la pared divisoria entre el respeto y la liberación daba muestras inequívocas de que eran las seis con treinta y seis, y la luna pálida y distante recordaba que, del...